viernes, 23 de marzo de 2012

Young Adult (2011) - Jason Reitman

Estrenamos sección, o más bien estrenamos forma de hacerla, y empezamos fuerte. Hoy publicamos nuestra primera crítica realizada por un invitado, aunque esperamos que haya una larga lista de ellas. Si tú también quieres colaborar encontrarás todo lo necesario para este fin en la sección de contacto.


Young Adult - Por José Luis del Río


Uno de los temas recurrentes de los guionistas norteamericanos es el retorno del hijo pródigo al hogar. Esta temática viene siendo habitual desde que los “gafapasta” o nerds han obtenido un puesto de poder en el laberinto del cine hollywoodense. Los que en en el Instituto fueron objeto de vejaciones y maltrato por parte de los atléticos deportistas, ahora detentan el poder y ponen en marcha su particular venganza.
En este contexto podemos ubicar la película, Young Adult (2011), dirigida por Jason Reitman y guionizada por Diablo Cody. El primero, es hijo de un famoso director de comedias de los años ochenta que dirigió películas míticas para todo aquel que creció en esa década: Los Cazafantasmas, Desmadre a la americana, Los incorregibles albóndigas… Todas ellas, películas que triunfaron en las estanterías de nuestros videoclubes. Jason Reitman, en mi opinión, con una breve filmografía marcada por dos éxitos Up in the air y Juno, y una comedia negra Gracias por fumar, ha logrado marcar su propio estilo diferenciador. Junto a Diablo Cody ha logrado que tengamos una imagen de los adolescentes y treintañeros de Minnesotta.

La vida de esta mujer merece un pequeño inciso. Hasta los 24 años, su vida transcurrió tranquilamente en un barrio residencial de Chicago, en el seno de una familia normal. A esa edad se enamoró de un chico por Internet –que luego se convertiría en marido y más tarde en ex–, se trasladó a Minnesota con él y, aunque trabajaba de mecanógrafa, se sintió atraída por el mundo del "streaptease", alternando este trabajo con un servicio sexual telefónico. Su vida cambió cuando un productor de Hollywood se fijó en el blog donde narraba todas sus experiencias, le impulsó para escribir un libro (Candy girl: a year of the life of an unlikely stripper) y realizar el guion de una película (Juno).
No podemos olvidarnos de la actriz Charlize Theron. Al igual que muchos actores de su generación, Leonardo di Caprio o Brad Pitt, sus interpretaciones quedan eclipsadas por su belleza. Solamente, si prestamos atención a los matices del personaje podremos valorar adecuadamente esta película.
 El argumento de esta película puede resultarnos familiar: “una exitosa escritora vuelve a su ciudad de origen para reencontrarse con su antiguo amor y retomar la relación donde la dejaron”. Nada más lejos de la realidad. En esta historia, la exitosa escritora, es “negra” de otro escritor, su éxito ha quedado sepultado por el alcohol y la soledad. Por otra parte, el “antiguo amor” es feliz con su mujer y su hija recién nacida. En manos de otro director y guionista esta trama estaría plagada de situaciones estrambóticas e intentarían lograr sacarnos una sonrisa facilona. En manos de Diablo Cody, las situaciones pasan a ser dramáticas y llegamos a sentir compasión por la protagonista.
 En el colegio, muchos de los que pasamos nuestra adolescencia en los noventa fuimos objeto del desprecio por parte de una supuesta élite que justificaba su poder de acuerdo a sus éxitos deportivos. Los que sufrimos este maltrato por parte de esa élite vimos los noventa como un rayo de esperanza. En esos años era fácil adueñarse de conceptos, grupos o directores que empezaban a abrirse paso en el panorama cultural. Fueron los años del grunge.
 Debemos recordar para contextualizar al lector, que era la época pre-internet, los ordenadores no estaban extendidos y era muy extraño que un hogar tuviera computadoras.
 Si leías a Kerouac podía interesarte Burroughts y de ahí hacerte un experto de la Generación Beat. Si veías alguna película de Tarantino, pasabas a Tim Burton o David Lynch. Todo era alternativo. Todavía los directores y músicos no habían sido contaminados con el virus de la complacencia; sus obras eran personales.
Los que vivimos esa época, desde un punto de vista cultural, no podemos dejarla a un lado. Escuchamos, una y otra vez, las mismas canciones. Léemos los mismos libros y cómics. Nos negamos a cambiar.
 Al igual que los protagonistas de la película somos jóvenes adultos con las mismas inquietudes y miedos que hace veinte años.

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