lunes, 12 de noviembre de 2012

El silencio de los corderos (1991) - Jonathan Demme

Una lección de cine implícito y una clase de interpretación.

Tras los asesinatos de varias mujeres, una agente del FBI recibe el encargo de visitar en una celda de seguridad a un peligroso psicópata, Hannibal Lecter, quien se comía vivas a sus víctimas. El objeto de esta visita es descubrir más de la psicología del asesino de féminas. La agente del FBI Clarice Starling debe entrevistar en prisión al peligroso asesino Dr. Hannibal Lecter. Clarice confía en que éste le revelará información acerca de un asesino en serie conocido como Buffalo Bill, que secuestra a mujeres a las que después asesina. Lecter se siente cautivado por la bella Starling y comienza a darle pistas, que bien podrían ser ciertas como formar parte de un simple juego. El terror crece cuando Buffalo Bill secuestra a su última víctima. Para encontrar al asesino, Starling habrá de penetrar en la mente de Lecter. Comienza entonces la cuenta atrás. Una terrorífica carrera contra la muerte.

La película constituye para la agente del FBI protagonista (interpretado por la atractiva Jodie Foster), y también para el espectador, un descenso a los infiernos en toda la regla, como queda demostrado en la excelente secuencia en la que Clarice Starling (protagonista), viaja a los sótanos de la prisión para conocer a Hannibal Lecter. La puesta en escena a través de la cual emerge, en medio de los condenados, la figura diabólica de Lecter, auténtico rey de esas tinieblas, sitúa ya a la película en el género del terror para algunos, del thriller psicológico para otros, y ambas cosas a la vez, para los más atrevidos.

La actriz co-protagonista, Jodie Foster
Además de una representación del infierno, el sórdido sótano de la cárcel funciona también, en un simbolismo muy habitual en el cine y otras formas de narrativa, como metáfora de las pesadillas ocultas en la mente de Clarice. De hecho la principal baza con la que juega la película es el perverso psicoanálisis que Lecter le realiza a la agente filmado a través de primeros planos que se han convertido ya en escenas antológicas del género (plano detalle vs. contraplano detalle).

En la película destaca la atmósfera inquietante y sobrecogedora que se crea con los susurros, los silencios y los gestos y las miradas de los protagonistas, el uso constante de flashback (para Demme, la memoria, esa gran traidora), junto con grandes interpretaciones, en especial, la legendaria de Anthony Hopkins, ganador del Óscar a mejor actor protagonista de 1991.

En la película se evita la violencia explícita, del terror directo, manteniéndolos, salvo en contadas ocasiones, fuera de cámara; por ejemplo, cuando Chilton enseña las fotos a Clarice pero no podemos verlas, cuando se narra lo que Lecter hace a sus víctimas, o el momento del ataque a los carceleros, en el que sólo vemos un primer plano de Lecter mientras les golpea... obligando a nuestra imaginación a construir el resto del cuadro. No queremos contar más detalles para no generar spoiler entre nuestros lectores que no hayan visto este clásico.

Ejemplo del constante ambiente claustrofóbico y psicoanalítico freudiano del filme.

El silencio de los corderos marcó una nueva tendencia en el género con una nueva concepción del psicópata asesino que abrió las puertas a otros éxitos posteriores. Psicópata culto, intimidatorio, sin causas muy aparentes, que genera dolor, miedo, e, incluso, lo más tenebroso: admiración.

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